Hace poco, el gobernador de Guanajuato rectificó su actitud de no cooperación en seguridad pública. Esto es importante por dos cosas: la primera es porque esta entidad federativa ha encendido focos rojos en temas de violencia en los últimos meses. La segunda, es porque ningún pueblo de ningún estado de México merece ser sacrificado en nombre de FRENAA, la BOA o cualquier aspiración personal. Enhorabuena por dicha rectificación.
Sin embargo, todavía hay varios personajes públicos (con y sin cargo) que han hecho una industria de criticar a AMLO. Lo único que alcanzan a lograr con su limitada visión política es apelar a los peores sentimientos humanos: el miedo y la confusión. A base de interacciones espurias en redes sociales y de atizar el odio de minorías altamente activas, han fundado una redituable industria política a costillas del Presidente. Como no tienen imaginación, han salido a hacer una sola cosa: golpetear a López Obrador.
A veces funciona, no cabe duda. Es válido y legítimo que, en estados del occidente del país, como el mío (Jalisco), existan personas que no compartan el proyecto de Transformación de México. Lo que no es válido, es llevar a la gente a un callejón sin salida. Podría parecer que hacer que la gente desfile en coches y haga pancartas, es una manera de canalizar la energía de aquellos que quieren conservar al país en un estado anterior al 1º de julio de 2018. No nos engañemos. Danzar en esa línea lleva a la no-cooperación, a la descoordinación y eventualmente, a la toma de acciones políticas que solo obedecen a las ganas de hacer contraste al Presidente.
¿En dónde acaba todo esto? En cuestiones menos delicadas como la seguridad, los efectos son negativos, pero corregibles. También culmina en programas sociales duplicados en los estados, en influencia en medios locales mediante el dinero y en un discurso de hombre duro. Eventualmente, la Transformación llegará a depurar esa corrupción. Sin embargo, cuando las reuniones en donde los líderes electos de estados de una República, unida voluntariamente en una federación, tienen como objetivo forzar a que la mayoría del país se pliegue a su voluntad, se cometen errores tan dañinos como terribles.
No sé a qué obedezca este canto de las sirenas: ¿A consultores y grupos fácticos que le hablan al oído a esos líderes? ¿Jugosas ofertas económicas? ¿Un enojo ante la gran legitimidad de un presidente que le permite hacer política genuina y no solo política de salón entre cortes finos? No lo sabemos aún. Lo que sí sabemos es que, en estos días, vimos un ejemplo positivo de rectificación. Quien crea que la politiquería nos llevará a pacificar a México no solo se engaña a sí mismo, sino que daña al Pueblo. Ya basta de la industria de golpetear a López Obrador.
Enhorabuena por todos los gobernadores, de cualquier color y siglas, que cada mañana despiertan con las cifras de seguridad en la mano, porque su preocupación es salvaguardar la vida de sus pueblos a toda costa. No hay nada más importante y mucho menos, es importante la politiquería.
Nota al pie: La propaganda negra y la politiquería ya no buscan confundir. Buscan orientar y moldear. Debemos asumir que, en los próximos meses, detrás de toda acción de ese tipo hay un objetivo nefasto, por ello nos corresponde a todos frenarlo con verdad, luz y organización.
Sin embargo, todavía hay varios personajes públicos (con y sin cargo) que han hecho una industria de criticar a AMLO. Lo único que alcanzan a lograr con su limitada visión política es apelar a los peores sentimientos humanos: el miedo y la confusión. A base de interacciones espurias en redes sociales y de atizar el odio de minorías altamente activas, han fundado una redituable industria política a costillas del Presidente. Como no tienen imaginación, han salido a hacer una sola cosa: golpetear a López Obrador.
A veces funciona, no cabe duda. Es válido y legítimo que, en estados del occidente del país, como el mío (Jalisco), existan personas que no compartan el proyecto de Transformación de México. Lo que no es válido, es llevar a la gente a un callejón sin salida. Podría parecer que hacer que la gente desfile en coches y haga pancartas, es una manera de canalizar la energía de aquellos que quieren conservar al país en un estado anterior al 1º de julio de 2018. No nos engañemos. Danzar en esa línea lleva a la no-cooperación, a la descoordinación y eventualmente, a la toma de acciones políticas que solo obedecen a las ganas de hacer contraste al Presidente.
¿En dónde acaba todo esto? En cuestiones menos delicadas como la seguridad, los efectos son negativos, pero corregibles. También culmina en programas sociales duplicados en los estados, en influencia en medios locales mediante el dinero y en un discurso de hombre duro. Eventualmente, la Transformación llegará a depurar esa corrupción. Sin embargo, cuando las reuniones en donde los líderes electos de estados de una República, unida voluntariamente en una federación, tienen como objetivo forzar a que la mayoría del país se pliegue a su voluntad, se cometen errores tan dañinos como terribles.
No sé a qué obedezca este canto de las sirenas: ¿A consultores y grupos fácticos que le hablan al oído a esos líderes? ¿Jugosas ofertas económicas? ¿Un enojo ante la gran legitimidad de un presidente que le permite hacer política genuina y no solo política de salón entre cortes finos? No lo sabemos aún. Lo que sí sabemos es que, en estos días, vimos un ejemplo positivo de rectificación. Quien crea que la politiquería nos llevará a pacificar a México no solo se engaña a sí mismo, sino que daña al Pueblo. Ya basta de la industria de golpetear a López Obrador.
Enhorabuena por todos los gobernadores, de cualquier color y siglas, que cada mañana despiertan con las cifras de seguridad en la mano, porque su preocupación es salvaguardar la vida de sus pueblos a toda costa. No hay nada más importante y mucho menos, es importante la politiquería.
Nota al pie: La propaganda negra y la politiquería ya no buscan confundir. Buscan orientar y moldear. Debemos asumir que, en los próximos meses, detrás de toda acción de ese tipo hay un objetivo nefasto, por ello nos corresponde a todos frenarlo con verdad, luz y organización.