La subordinación de México a Estados Unidos en las relaciones internacionales es un hecho incontrovertible. Desmarcarse de una realidad de integración social, lingüística y económica es virtualmente imposible ahora. A pesar del corte más nacionalista del gobierno de la 4T, casi siempre nos encontramos acotados en esta relación bilateral. Eso no significa que deba haber resignación o que tengamos que llenarnos de ‘Quislings’ anglófilos, como Fox o Calderón. Compartir barda con la superpotencia se ha vuelto una asimetría cada vez peor, por la inconsistencia entre la permisividad de ciertas drogas en Estados Unidos y Canadá frente a la prohibición que, a demanda del aparato de seguridad yanqui, está vigente en México. Los esfuerzos por acotar la actuación de agentes extranjeros en México han sido infructuosos, ya que Estados Unidos usa la extorsión diplomática y económica a la menor oportunidad cuando una legislación les obstaculiza su intervención. Sin embargo, en un destello de imaginac