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Las cadenas y la corona de Xóchitl Gálvez

“Nadie sabe lo que ha venido a hacer a este mundo, a qué corresponden sus acciones […] emperador o cargador, nadie conoce su fardo ni su corona.”

León Bloy en El Alma de Napoleón

La frustración y la impaciencia son palpables en el Frente Opositor. Al dar por terminado su proceso de selección de candidato prematuramente, se estrellaron de frente contra la predicción del presidente López Obrador de que Xóchitl Gálvez sería irremediablemente elegida como su candidata. Sin embargo, ese choque con el muro no despertó a nadie del Frente.

Quedaron adormecidas las ilusiones de dos ocasos políticos, dos caras de la moneda del conservadurismo catrín. Primero, Santiago Creel que rompió en llanto al escapársele de las manos la candidatura opositora, que seguramente sería del PAN. Después, Beatriz Paredes que en medio de un amargo pesimismo reveló al Frente una negra verdad: “no imaginé que, a veces, los procesos democratizadores adoptan rutas mercadológicas más que ciudadanas, son los aprendizajes de los tiempos de hoy.”

En medio de las deserciones de integrantes de la sociedad civil y la primera de varias promesas que el Frente Opositor no cumplirá, hay un actor que se coloca por encima de todos los políticos frentistas. Un manejador, un facilitador, un accesorio de una causa más grande que él mismo. Claudio X. González no puede mirar de frente a Andrés Manuel López Obrador. Se ve forzado a enfrentarlo a través de los demás, a través de Xóchitl Gálvez.

Ahora que la definición de la candidatura de Morena ha terminado y la circunstancia política confronta a Gálvez con Sheinbaum, se acentúa el patetismo y la falta de sincronía de la candidatura del Frente. Tenemos una candidata que apela a la derecha más reaccionaria, actuando como una especie de ouija racista que canaliza a Gabriel Quadri y constantemente ataca a los mexicanos del sur de México. Por otra parte, tenemos a Sheinbaum, que en su discurso después de ser nombrada Coordinadora Nacional de los Comités para la Defensa de la Cuarta Transformación apeló a los mexicanos de todos los credos e incluso de todas las clases sociales.

Por el Frente, hay una candidata que intenta imitar la soltura de López Obrador a través de sus constantes dichos ofensivos y “disruptivos”, acercándose y a veces rebasando los momentos más bajos del Foxismo. No debería sorprendernos si de repente, Xóchitl exclama “¿Y yo por qué?”.

Por Morena, se encuentra una candidata que desactiva la clave racista de los opinadores que descalificaban a López Obrador por no hablar como las élites querrían. Como mujer científica que puede defender y articular sus propias convicciones, los medios corporativos tendrán que emprender sus ataques por un flanco distinto. Medios como Latinus ya comienzan a hacerlo, sugiriendo falazmente que Sheinbaum es “de clase alta” por tener educación superior y haber estudiado en el extranjero. Este viraje de 180 grados obligará a la oposición a decir justo lo contrario de lo que venían diciendo durante 6 años – ahora, para ellos la 4T será “la élite” y Xóchitl será “el pueblo”. De esta inversión, podemos sacar una única conclusión: la única manera que encontró la oligarquía de hacerse pueblo fue a través de una mujer millonaria. Estas paradojas las tendrá que engullir enteras la oposición. Compiten dos visiones – la de la empresaria que se hizo millonaria “vendiendo gelatinas” y la que mediante los programas sociales y el incremento del salario mínimo, sacó a millones de mexicanos de la pobreza como no había sucedido en décadas.

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