La aparente ejecución extrajudicial de más de una veintena de jóvenes delincuentes (?) en el municipio de Tlatlaya, estado de México, es la culminación de una serie de violentos incidentes de violaciones a derechos humanos que el nuevo-viejo régimen ha llevado a cabo desde su instauración.
El combate militarizado contra el narcotráfico continúa en todos los estados del país, a diferentes velocidades e intensidades. La crisis se desplaza geográficamente, pero tenemos violencia para dar y repartir - desde lugares como Michoacán (de donde la crisis jamás se fue), hasta lugares como Jalisco, donde la máxima "calladito te ves más bonito" es el rosario del Fiscal y el gobernador.
Estamos parados en un marasmo de falta de 'estado de derecho'. Para no usar legalismos vacíos, esto se traduce a lo siguiente: vivimos en un tiempo en donde las autoridades han renunciado a la responsabilidad de garantizar que no maten a diestra y siniestra a los ciudadanos.
Constantemente el gobierno habla de fortalecer a las instituciones y a restablecer el 'estado de derecho'. Sin embargo, las acciones encaminadas a este combate falaz (que no busca la paz sino recuperar espacios de poder perdidos por el gobierno) no están, ni por asomo, dentro del cauce institucional que tanto pregona el gobierno federal. En los combates contra los grupos paramilitares y las milicias del narco, el ejército y las fuerzas federales faltan rutinariamente a sus propios protocolos, a los derechos humanos y a tratados internacionales.
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Foto: Agencia MVT |
Estamos combatiendo al crimen organizado. Disculpe las molestias que esto le puede ocasionar a usted y a su derecho al habeas corpus, al debido proceso y demás derechos que pueden entorpecer nuestras balaceras. Gracias. ~ Gobierno de la República
El gobierno en turno no tiene empacho en utilizar métodos ilegales para combatir lo ilegal. Es decir que el ejército mexicano, en su actuar en Tlatlaya, no se diferenció de ninguna manera fundamental de un grupúsculo paramilitar criminal. La actuación del ejército en Tlatlaya es un crimen. Sus perpetradores deben de ser juzgados por un tribunal civil y encarcelados de comprobarse responsabilidad en el asesinato y fabricación de pruebas en una atrocidad digna de una guerra civil. En México, son las balas las que deciden la culpabilidad. Dependiendo de en qué cuerpo se alojen es quien será justiciero o un vulgar criminal. De comprobarse que militares ejecutaron a corta distancia a más de veinte personas (presuntos criminales) sin siquiera presentarlas a la autoridad competente, se comprueban varios principios de actuación que hablan elocuentemente del comportamiento del ejército:
- Mátalos en caliente, sirve que así no vuelven a la calle.
- Si los vamos a matar más vale que parezca que valió la pena.
- Mientras sean criminales (¿y si no, a quién le importa?) un montaje es más que suficiente para sustituir la molestia de procesarlos, interrogarlos, rehabilitarlos (Ja.)
Osorio Chong ya declaró que la actuación de un grupo de militares no mancha el prestigio de la institución entera, ya que es una excepción y no la regla. Mucho nos dice que el titular de Segob haya salido a desmentir un supuesto - o sea, dice Chong que lo que se supone que pasó no pasó pero si pasó es como si no hubiera pasado porque a fin de cuentas aunque haya pasado no tiene ningún efecto. La falacia de Chong es un poco más sofisticada que una mentira, incluso tal vez dentro de la milicia y el gobierno se piense que lo anterior es verdad (¡uno nunca sabe!). Sin embargo, la amarga realidad es son precisamente los procesos internos, de entrenamiento, de disciplina militar y la interpretación de las órdenes de los mandos medios y altos los factores que hicieron posible una matanza como la de Tlatlaya.
Enrique Peña Nieto y el Secretario de la Defensa Nacional tienen responsabilidad directa en hechos que, de permanecer impunes, trazan una línea directa hacia ellos por ser los responsables de la inSeguridad Nacional y de las directrices que sigue el ejército mexicano.
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Foto: Agencia MVT |
Zedillo y Salinas tuvieron Acteal, Enrique Peña Nieto se acaba de estrenar con Tlatlaya. Al son que nos marcan, seguimos recibiendo las instrucciones para bailar en un charco de sangre, un día a la vez. Pero que no se nos olvide: los de arriba jamás se salpican.
[...] pero cuando llegaron a Jesús, como vieron que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas; pero uno de los soldados le traspasó el costado con una lanza, y al momento salió sangre y agua. ~ Juan 19:33 y 34