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Conciencias (INFP): Neofascismos, pensar el desorden mundial

Existe la creencia de que el neofascismo es un fenómeno minoritario. En términos numéricos, se piensa que no es capaz de alcanzar representación mayoritaria, salvo excepciones como la que representó Jair Bolsonaro, exponente latinoamericano del neofascismo que, pese a los resultados electorales recientes, sigue siendo un importante líder político en Brasil. Es cierto que en la actualidad no hay muchos líderes que se asuman abiertamente como hitlerianos o fascistas, pero eso no nos exime de tener claridad sobre aquello que significa el concepto neofascismo y combatirlo, pues de lo contrario puede terminar naturalizado, aceptado, por las derechas y quienes son afines a ellas.

Los márgenes máximos de lo que es aceptable en la discusión pública se definen a partir de quienes dicen las cosas más extremas o las ideas más aventuradas. El neofascismo tiene vigencia en la actualidad, precisamente, porque promueve políticas como la expulsión de migrantes sin ningún derecho, lo que hace ver como aceptables otras ideas que, aunque tal vez menos radicales, tienen también consecuencias funestas, como la propuesta de crear guetos en África. Este es el caso de Priti Patel —antigua secretaria de desarrollo internacional del Reino Unido— y su equipo, quienes impulsaron una suerte de cordón sanitario que, de pronto, hizo ver como aceptable, en un país africano, la idea de que todos los solicitantes de asilo tenían que estar en campos de concentración. También podemos mencionar al Primer Ministro inmigrante en la historia del Reino Unido, Rishi Sunak, y una de sus primeras acciones de gobierno, la política de “Stop the Boats” o de frenar la migración de tajo con la misma política de guetoización. Ante esto, partidos políticos como el British National Party buscan tejer —a contrapelo del fascismo— redes de solidaridad internacional que obstaculicen el avance de estas prácticas e ideas.

El fascismo es un concepto difícil de definir. Ian Kershaw, historiador inglés especializado en la historia del fascismo del siglo XX en Alemania, sostiene que definir el fascismo es tan difícil como tratar de clavar una gelatina a la pared: se desliza por todas partes. Lo que indica con esta analogía, es que es muy complicado saber cuáles son las características más importantes que hacen posible identificar qué cosa es fascista o qué se corresponde o no con el fascismo. Sin embargo, pese a las dificultades, podemos identificar algunas características que se mantienen unidas al fascismo en sus diversas manifestaciones, mismas que enunciaremos ahora.

1) Inicialmente, el fascismo hitleriano y el de Mussolini se basaban en un fuerte componente nacionalista fundado en una muy peculiar idea de nación que les impedía de inicio cualquier forma solidaridad internacional, por lo menos hasta que la situación global y los enfrentamientos con otras potencias los obligaron a estrechar lazos entre sí. Esto es lo mismo que sucede en el caso del neofascismo contemporáneo, de modo que en realidad parece no haber razón alguna para que Santiago Abascal (conservador radical y vocero de Vox, en España) viniera a México, un país considerado por los extremistas de derecha españoles como racialmente inferior gracias a su origen mestizo, tanto en nuestra cultura como en nuestra composición étnica. Sin embargo, poco a poco han comenzado a tejerse relaciones internacionales de solidaridad entre los movimientos y figuras de la extrema derecha, así que hoy no son extraños los vínculos que existen y se estrechan entre esos modelos europeos y las figuras más extremas del Partido Acción Nacional.

2) En nuestro tiempo, reviste particular importancia tener una idea clara sobre lo que es el neofascismo, sabiendo distinguir qué elementos retoma del fascismo tradicional y en cuáles toma distancia, pues no son lo mismo. El neofascismo, por ejemplo, comparte con el fascismo la concepción de que vivimos en un presente degenerado en todos los aspectos, es decir, ven degeneración en el arte y la cultura, que juzgan no corresponden con los valores nobles; ven perversión, sexualización y mercantilización de los hombres y mujeres en todos los niveles de la vida, y como tal se oponen a cualquier manifestación que no cumpla con sus parámetros de puritanismo moral. Discurso que resulta atractivo para muchos, pues apunta a problemas reales que, sin embargo, tienen explicaciones más profundas que las que el neofascismo ofrece. Son narrativas que venden, que apuntan a problemas realmente existentes; por eso es importante, en América Latina, saber tomar distancia de las respuestas que dan los grupos conservadores, pero al mismo tiempo es fundamental no intentar simplemente excluirlos de la esfera pública, porque eso puede resultar contraproducente en la medida en que el neofascismo cuenta ya con una base social que lo apoya y comparte su sistema de creencias.

También en este caso, la posición del neofascista tiene raíces históricas profundas, pues basta recordar lo que ocurría en Alemania durante la década de 1930, cuando el régimen nazi realizó la exposición titulada Entartete Kunst (que significa arte degenerado) y que sirvió para denunciar a todo el arte moderno. Algo similar pasó con las quemas de libros que los nazis promovieron con el fin de desaparecer aquellas obras literarias consideradas por ellos como peligrosas. Ante esto, la izquierda debe mostrar adecuadamente su contraposición a este tipo de creencias, partiendo de la confianza en la gente y en su potencial humano. Porque la izquierda, así como el futuro utópico al que aspira, no ve degeneración por todos los rincones, sino problemas que hay que resolver con una correcta y optimista visión del porvenir.

3) Avanzando en la comprensión del neofascismo, vale la pena regresar a un teórico de la primera mitad del siglo XX, Walter Benjamin, quien afirmaba que el éxito del fascismo radicaba en su apelación al arte o al gesto estético antes que a la política. Afirmación que se constata cuando observamos cómo en las exhibiciones de poder fascistas (y neofascistas) es posible apreciar un elemento estético claramente definido. La indumentaria nazi, por ejemplo, era elegante y atractiva, y no hay que olvidar que entre ellos circulaban los trajes Hugo Boss. Además, en su época echaron mano de novedosos mecanismos de propaganda que aún en nuestros días se utilizan, como el cine. En una película dirigida por Leni Riefenstahl, titulada El Triunfo de la Voluntad, se ocupan varios recursos cinematográficos para impresionar al espectador con fines propagandísticos, como era el caso del instrumento conocido como Dolly, el cual consiste en un pequeño carril de tren por donde transita una cámara que, al desplazarse, permite hacer tomas fijas visualmente impresionantes. Eran los eventos preparatorios para las Olimpiadas en Berlín del año 1936, y todos estos recursos se ocuparon con el fin de promover un conjunto de ideas afines al fascismo. Es por eso por lo que Benjamin nos advierte de los riesgos que implica la conversión de la política en un espectáculo atractivo.

Esto es lo mismo que ocurre en nuestra época cuando en sus potentes mítines Trump repetía el atractivo eslogan Make America Great Again. Es también lo que pasa con las figuras mediáticas que surgen y crecen en las redes sociales, especialmente en Twitter, así como en distintos shows televisivos de donde surgen personajes incapacitados para gobernar. Ante todo ello hay que estar alerta (y una primera advertencia nos la dan los teóricos que, como Benjamin, vivieron y sufrieron los fascismos de la primera mitad del siglo XX), pues cuando el arte y la estética empiezan a sustituir a la política se corren graves riesgos que debemos saber advertir, respondiendo con el recurso clásico de la izquierda que consiste en politizar el arte, que es una respuesta inversa ayuda a combatir la desmovilización política de estos mecanismos.

4) El fascismo y el neofascismo también comparten una concepción jerárquica de la vida. Para estas definiciones ideológicas no hay que cuestionar el orden de las cosas porque éste está natural o biológicamente determinado, según criterios raciales, evidentemente. Ejemplos de ello los encontramos cuando el discurso fascista, aún en nuestros días, defiende la idea de que los blancos son superiores a los negros o mestizos, o bien, en aquella concepción, más reciente, que sostiene que si los ricos acumulan mucho capital es porque son personas más inteligentes o superiores el resto. En oposición a ello, es importante promover una visión social o de izquierda, en la que estas diferencias no son fruto de un orden natural sino de un orden social construido, histórico, lo que significa que es humano y por lo tanto es posible cambiarlo.

5) Otro elemento que comparten el fascismo y el neofascismo, el moderno y el antiguo, es que promueven la «autoexpresión» que acompaña al individualismo extremo. Por ejemplo, después de la derrota que los alemanes sufrieron en la Primera Guerra Mundial, quedando destruidas las relaciones económicas, sociales y hasta familiares, con una sociedad sin ningún acuerdo de convivencia vigente, el fascismo promovió un símbolo alrededor del cual muchos comenzaron a organizarse: la autoexpresión individual, que se opuso claramente a una concepción comunitaria de la vida y la sociedad. Aunque tenían una fuerte visión de la familia tradicional, el papel de esta familia era producir individuos “excelentes”, listos para la competencia y racialmente puros. Y en esta concepcións, radica una de las diferencias más importantes entre el nacionalsocialismo y el marxismo o comunismo, pues mientras el primero apela a una idea radical de la identidad individual, el segundo busca comprender al ser humano a partir de las relaciones sociales de producción que lo atraviesan. Es un choque de ideas que aún sigue vigente y tiene consecuencias, de ahí que sea tan importante desconfiar de aquellas expresiones que afirman que el objetivo social de vivir en sociedad es autoexpresarse individualmente y no vivir en comunidad, por ejemplo, cuando se difunde la idea de que lo importante es el individuo y la propia identidad, los propios intereses, la propia nación, el propio idioma, las tradiciones propias, la propia etnia o incluso la propia forma de vestir.

6) Los fascismos también construyen una muy particular forma de entender el pasado. Aquello que entendemos por Renacimiento está basado en la creencia en un pasado grandioso que hay que recuperar, y dicho juego fue también un recurso usado tanto por los miembros del Partido Nacionalsocialista Alemán como por los partidarios del movimiento fascista italiano. Ambos remitían a un pasado glorioso que hay que recuperar y cuidar, rescatándolo de la destrucción en la que había caído en una época anterior. Es el mismo discurso que, más próximo a América Latina, encontramos con la retórica neofascista estadunidense que está sintetizada en el lema Make America Great Again. Esta operación de recuperación del pasado glorioso ya comienza a expresarse en el movimiento conservador de México, a través de la defensa del INE, de memes en redes sociales en donde se afirma que se extraña a Enrique Peña Nieto por ser más carismático y físicamente atractivo que AMLO y por la alianza coyuntural entre PRI, PAN y PRD. En este último caso, también opera una propaganda de blanqueamiento del pasado, minimizando la corrupción de EPN y la violencia del Calderonato.

7) Hay muchas similitudes que hermanan a los neofascismos con sus expresiones antiguas, pero una cosa que los distingue (por lo menos en el momento actual) es la sutiliza que las expresiones contemporáneas tienen que utilizar para difundir su discurso. En los Estados Unidos existe un concepto que expresa perfectamente este hecho, conocido como política del silbato de perro o dog-whistle politics. Así, como en nuestros días no es aceptable afirmar categóricamente que los negros son inferiores a los blancos (pues estas nociones se creen ya superadas), se utilizan símbolos sutiles para expresar la misma idea jerárquica de inferioridad/superioridad entre grupos o individuos, buscando así justificar o reivindicar, siempre indirectamente, las prácticas racistas y violentas de los fascismos de antaño. Eso sucede, por ejemplo, con las banderas de los extremistas alemanes de nuestro tiempo, quienes deciden no colocar el águila imperial en su escudo (pues sería una referencia inmediata al pasado nazi) y en su lugar colocan las siglas NPD, que remiten al partido moderno al que pertenecen: Partido Nacionaldemócrata de Alemania. Lo mismo sucede, por otro lado, cuando los neofascismos deciden representar, en sus letreros y pancartas, hechos históricos a los que les adjudican valor simbólico, como es el caso del bombardeo de Dresde para los extremistas alemanes. Para éstos, los nazis y pobladores muertos durante los bombardeos estadunidenses de Dresde durante la Segunda Guerra Mundial, deben ser reivindicados del mismo modo que se reivindican otros muertos caídos en otros acontecimientos o de otros bandos, así que para hacerlo recurren a la difusión de imágenes sutiles. Estas causas históricas, que se relacionan directamente con el pasado fascista que tratan de revalorar, buscan promover entre las personas juicios de valor sobre lo que es correcto o incorrecto, pero desde la óptica de los neofascismos. De igual forma, la extrema derecha mexicana ha defendido el orden castizo y católico de la sociedad a través de la “familia natural”, que expresa una jerarquía social definida e inamovible, con claras restricciones a la libertad de las mujeres. De último, este movimiento se ha fundido con el movimiento conservador mexicano más amplio, pero se ha vigorizado por separado. Esto ha sucedido a través de las conferencias del CPAC, la cúpula conservadora basada en Estados Unidos que recientemente se internacionalizó y que abraza a figuras defensoras de la familia natural como Eduardo Verástegui, que tiene acercamientos con el hijo de Jair Bolsonaro y le invitó a conferenciar en México en 2022.

8) Si bien comparten adversarios comunes con los fascismos tradicionales, los neofascismos europeos de nuestros días también han construido enemigos propios. Uno de los movimientos precursores de esta nueva ola fascista, por ejemplo, son los Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente (Pegida, por sus siglas en alemán), surgidos en 2014, en Alemania, y quienes se oponen especialmente a la migración musulmana en sus territorios. En muchas de sus protestas pueden verse consignas que, más allá de sus posiciones xenófobas, hacen referencia a problemas reales, como, por ejemplo: «fuerzas de trabajo no, educación en vez de inmigración». Consigna que, pese a todo, expresa una reacción (si bien fascista) a las políticas neoliberales impulsadas durante la gestión de Angela Merkel, cuando se recibieron muchos migrantes que venían huyendo de sus lugares de origen por causas legítimas, como la invasión y la guerra, con el fin de usarlos como mercancías o commodity humano; fenómeno muy similar al ocurrido durante la época del milagro económico alemán, en las décadas de los 50 y 60, cuando para reconstruir el país después de la guerra se decidió recibir, como mano de obra, a un importante número de migrantes turcos, quienes terminaron afincándose permanentemente en territorio alemán. Ese fue un experimento multicultural (Multikulti según el término acuñado por la propia Merkel) que claramente fracasó, pues no fue posible asegurar la convivencia pacífica de distintas culturas al interior de un Estado democrático. Una diferencia notoria que acentúa el carácter racial de estas protestas es que la reciente crisis de refugiados ucranianos no suscitó dichas protestas, a pesar de que ellos no comparten la religión (son ortodoxos, no protestantes) pero sí comparten “la raza blanca”. Y es importante destacar, en relación con el punto anterior, que muchas veces

9) Los neofascismos disfrazan su discurso, ya lo decíamos antes, es por eso por lo que hay que saber advertir sus matices y sutilezas. Cuando estas agrupaciones se pronuncian contra la migración, lo que en realidad hacen es oponerse a los migrantes islámicos o negros. Ése es el elemento profundo, un nuevo caso de dog-whistle politics, pues los suyos son silbatos, expresiones que nadie más puede escuchar o ver, sólo ellos. En algunas manifestaciones, por ejemplo, se ha observado cómo miembros de Pegida ondean banderas con el rostro de Claus von Stauffenberg, miembro de la resistencia alemana durante la II Guerra Mundial y conspirador en un intento de asesinato de Adolfo Hitler. Con este extraño recurso, este grupo neofascista trata de transmitir la idea de que están resistiendo una dictadura, la de los migrantes y las políticas de la inclusión. Es una auténtica paradoja en la que nada parece tener sentido, pero muestra lo ideológicamente trastornadas que están estas agrupaciones al pretender indicar que son ellas, las agrupaciones fascistas, quienes resisten a una imaginaria dictadura también de supuesto corte fascista o autoritario. De cualquier forma, este tipo de situaciones vale mucho la pena analizarlas, pues nos permiten darnos cuenta cómo no todos los movimientos de nueva derecha son abiertamente neofascistas.

10) En Alemania se han hecho esfuerzos para contener la proliferación de ideas y movimientos de corte neofascista. Históricamente, tal vez es el Estado alemán el único que ha intentado emprender cambios estructurales para contener la consolidación de estos grupos; algo que no se pudo hacer en Ucrania. Los alemanes cuentan con un Tribunal Constitucional Federal que se dedica a estudiar las violaciones a la Constitución. En ese sentido, la Constitución alemana establece la prohibición de partidos políticos que amenacen el orden básico democrático, es decir, que sean de corte neofascista o que suscriban al fascismo, a quien se concibe como el causante de la destrucción del país durante los años cuarenta del siglo XX. Es algo que en su momento intentaron imitar en Austria y en general en la Unión Europea, buscando establecer una especie de cordón sanitario que mantuviera a raya a los fascismos. Sin embargo, los alemanes no han sido capaces de ilegalizar a Alternativa por Alemania (AfD), el partido heredero de las ultraderechas alemanas que ha sabido eludir las disposiciones constitucionales desde 2009, cuando se abrió un caso que finalmente no prosperó, y que ha ido adquiriendo cada vez mayor relevancia política sobre todo a nivel local.

11) Lo que en nuestros días ocurre en Ucrania, en donde muchos extremistas reivindican la bandera del ultranacionalista ucraniano, Stepán Bandera, nos muestra que el neofascismo en Europa cobra cada vez mayor relevancia mundial. De modo que guerra de agresión o no, hay una clara confrontación entre los ultranacionalismos ucranianos, por un lado, y los rusos, por el otro; conflicto que como siempre deja a los pueblos como el sector que más sufre de las consecuencias de las guerras a las que las extremas derechas siempre nos orillan. El soldado es quien sufre, y aunque en su trinchera tenga una bandera de ultraderecha, cuando muere el único que asume las consecuencias son él, su familia y su comunidad.

Por eso es importante no dejarse seducir por los neofascismos ni por el particular discurso nacionalista que enarbolan. Riesgo del que no estamos exentos en México a pesar del gobierno de la Cuarta Transformación y de la puesta en marcha de su proyecto progresista con convicciones abiertamente de izquierdas. No hay que olvidar, por ejemplo, lo que ocurrió cuando el actual gobierno abrió las puertas a las caravanas de migración centroamericana, las reacciones negativas que surgieron entre ciertos sectores de la sociedad mexicana (a veces incluso entre personajes de izquierda), lo que muestra con toda claridad el potencial reaccionario y conservador que existe y que puede servir como fermento para los neofascismos, los cuales, según vimos, pueden implicar el riesgo de hacernos creer que la derecha y su proyecto son aceptables. No podemos caer en estas confusiones.

El neofascismo no es un problema únicamente europeo, tampoco se reduce a una cuestión de color de piel o blanquitud. Es una cuestión latente en todos los países del mundo, incluyendo a América Latina, y de ese modo debe ser tratado en nuestro país para evitar la consolidación de una derecha dura que hoy por hoy está representada en el Partido Acción Nacional. La amenaza actual no es pequeña, y como tal debe ser tomada en serio.

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