Quienes hacen especulación política en México han introducido un concepto para nombrar las últimas acciones del presidente López Obrador previo a que lo suceda Claudia Sheinbaum. “El presidente le está dejando un campo minado a la presidenta electa”, dicen. Esta argumentación está basada casi por completo en la oposición a la Reforma Judicial.
Los argumentos de la oposición más extrema han hecho llamados a la fuga de capitales, a la intervención extranjera o estadounidense para frenar la reforma judicial y ocultan su oposición al proyecto de nación diciendo que Claudia Sheinbaum podría ser una buena presidenta, pero el presidente López Obrador “no la deja”.
La teoría del campo minado se basa en la falacia de que el presidente López Obrador está complicando el sexenio de Claudia Sheinbaum cuando en realidad, ha sido la defensa mutua de Sheinbaum y Obrador del proyecto de nación lo que llevó al movimiento transformador al triunfo.
Además, es un llamado implícito a que Sheinbaum sea una presidenta “liberal” (en el sentido anglosajón del término) y que renuncie a inyectar más democracia directa en la política y sociedad mexicanas. En resumen, son llamados a que la presidenta rectifique el rumbo y adopte el programa de gobierno de la coalición PRI-PAN-PRD.
Ante la debilidad electoral, la oposición sigue viéndose obligada a abrazar con reservas ciertas causas de la 4T, justo como lo hicieron con los programas sociales. Ante la incapacidad de dañar la credibilidad de la presidenta electa, buscan decir que es “bienintencionada” pero que está condicionada por López Obrador. Misoginia aparte, es un débil argumento que ignora las políticas emprendidas en su etapa de Jefa de Gobierno y más aún, los 100 puntos que propuso como su declaración de intenciones para profundizar la transformación de México.
El presidente López Obrador y la presidenta electa Claudia Sheinbaum comparten programa, base simpatizante y prioridades. Probablemente, la teoría del campo minado proviene de la incapacidad de los medios masivos, politólogos especulativos y demás opinadores de explicar la transición sin recurrir a explicaciones del pasado.
La oposición solo conoce el regaño de Fox a Calderón por su destape prematuro, conoce el TUCOM (Todos Unidos Contra Roberto Madrazo) y la captura del PRI por los Golden Boys neoliberales… en fin, la oposición no conoce un solo ejemplo reciente de una transición que haya ganado con una legitimidad mayor a la de su antecesor compartiendo partido y proyecto.
Eso hace aún más débil la teoría del campo minado. Que la crea quien sea escéptico de entrada del proyecto de nación Sheinbaum-Obrador, pero esa teoría poco hará por desmovilizar a las grandes bases populares que trajeron un triunfo electoral, que está a punto de hacer un sexenio de continuidad. Paradójicamente, la oposición clamaba por dicha continuidad los últimos 20 años. Ahora que emana de un proyecto que les quita privilegios, ahora para ellos no vale la pena.
Una muestra más de que los principios conservadores son simples artificios para diseñar una democracia a modo, dado que nunca están dispuestos a defender para los demás lo que solo funciona cuando lo controlan ellos mismos, para ejemplo basta el tema de la supuesta sobrerrepresentación. El único campo minado es el que va dejando para sí la oposición, con esta y varias contradicciones más que tendrán que resolver si algún día desean volver a competir de forma competitiva en la democracia electoral que ellos mismos diseñaron.
Esta columna apareció en El Occidental.