En 1960 en el antiguo Distrito Federal, se reveló una hermosa figura, fruto del trabajo del escultor regio Federico Cantú. El relieve adorna una parte del gran complejo habitacional llamado “Unidad Habitacional Independencia”, una creación impulsada por el presidente de aquel entonces y hecha realidad mediante el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).
Este relieve muestra a un águila con sus enormes alas, envolviendo a la madre patria, que cuida de su hijo, que es el pueblo. Una escultura y símbolo que posteriormente, aparte de hacerse sinónimo del Instituto junto con la tipografía Optima Bold y el color verde sirven como metáfora del lema del Instituto, que se compone de dos palabras: seguridad y solidaridad. La seguridad y la solidaridad se expresaron en ese 1960 con la creación de miles de viviendas para los trabajadores de ese entonces. El IMSS era el dueño y los trabajadores las rentaban.
El esquema duró hasta 2001, cuando dejó de administrar la unidad. A pesar de algunas deficiencias de mantenimiento, el lugar amerita una visita, para conocer su arquitectura funcionalista, sus callejuelas con nombres que preservan la mexicanidad, su gran explanada y sus animales y juegos infantiles de concreto. Ante lo enorme y ambicioso de ese proyecto, hoy en día, la seguridad social es solamente sinónimo de atención a enfermedades.
¿Qué ha cambiado? Para saberlo y entender estos tiempos, vale la pena retomar para el análisis cuál fue la intención solidaria y social del IMSS y cómo fortalecer esa vocación dentro y fuera del instituto. El lema del IMSS nos ayuda a entender esto: seguridad y solidaridad social. Ese lema vive aún, aunque de manera discreta y es por pocos conocido. La leyenda negra (justificada o no) de la eterna espera y la falta de financiamiento para el abasto de medicinas, la creación de un sistema paralelo de seguridad social y la proliferación de aseguradoras privadas ha debilitado la reputación del IMSS para definirla como una institución lenta. Hay quienes van más allá y la ven como innecesaria. Yo discrepo. Es una institución tremendamente importante y necesaria.
La seguridad social anteriormente era una expresión de una fórmula sencilla: mi gobierno me representa, yo pago por mantener a mi gobierno, el fruto de mi trabajo hace progresar a mi país y mantiene a mi gobierno. A cambio yo debo de obtener condiciones amables para poder seguir trabajando. Estas condiciones incluyen salud, vivienda y un retiro suficiente para poder vivir un retiro de creación, contemplación y cuidado de mi familia extendida.
Esta fórmula necesitaba de la existencia de una clase social claramente definida: la clase trabajadora. Obreros, trabajadores de fábricas y operarios de maquinaria, entre varios. Organizados en sindicatos, podían presionar y pedir al gobierno esas condiciones arriba descritas. Todo esto suena a un sistema antiguo político y social que como ejemplifica la Unidad Habitacional Independencia, fue cambiado por algo que prometía ser mejor. ¿Cambiaron las cosas para bien? Quienes se hayan pensionado con la ley anterior a 1997 podrán contarles esto con mayor certeza pero me adelantaré a decir que lo prometido jamás llegó.
Con la clase trabajadora desagrupada en sindicatos cada vez más débil y sumergida en las nuevas maneras de trabajar, comenzó a hacerse difícil imaginar que la seguridad social pudiera incluir la vivienda. El gran endeudamiento de la década perdida en México sembró un campo fértil para decir “nunca jamás un gobierno gordo y torpe que juegue a la ruleta con nuestros impuestos”. Poco tiempo antes, las estructuras de protección social en México comenzaron, amén de la eficiencia, a fragmentarse y a ser dotadas cada una de una misión separada. INFONAVIT para la vivienda en los 70’s, las AFOREs al término de los 90’s para las pensiones y el Seguro Popular a inicios de los 2000’s.
Viviendo en ciudades en crecimiento explosivo o de tamaño monumental y con jornadas laborales que se extienden indefinidamente, pensar en aportar al ahorro para el retiro, gestionarlo activamente y ahorrar cuando hay riesgos de perder, ahorrar es más una molestia de la vida moderna que una posibilidad “emocionante” de escoger lo mejor que hay para uno mismo, evaluar opciones, comparar, hacer una decisión individual. La verdad, es que ante las tensiones que implica trabajar, la mayoría de las personas preferimos el alivio más inmediato al cansancio, el esparcimiento con amigos y familia, la distracción cinéfila o musical. Quienes crearon el IMSS no tenían presente ese panorama pero partieron de un paradigma de solidaridad social básico.
Sin embargo y por razones diferentes, tal vez valga la pena recuperar el espíritu de la Unidad Habitacional Independencia, tan innovadora en su tiempo que recibió visitas de Charles de Gaulle, John F. Kennedy y Josip Broz Tito, que elogiaron la nobleza del proyecto. Ese espíritu debe de transformarse. Los hijos e hijas de la patria están cansados y demasiado ocupados para “escoger”. Por ello, es necesario que todos cuidemos de todos y por ello es urgente revivir la amalgama entre la madre patria, sus hijos e hijas y la seguridad social. ¡Urge vivienda, salud y solidaridad pública para las grandes mayorías de nuestras ciudades! Solo así podremos vivir bien. Un paseo por la plaza cívica de este barrio de la Ciudad de México demuestra que los vecinos que aún se reúnen ahí, son muestra de que la solidaridad puede perdurar décadas.
Este relieve muestra a un águila con sus enormes alas, envolviendo a la madre patria, que cuida de su hijo, que es el pueblo. Una escultura y símbolo que posteriormente, aparte de hacerse sinónimo del Instituto junto con la tipografía Optima Bold y el color verde sirven como metáfora del lema del Instituto, que se compone de dos palabras: seguridad y solidaridad. La seguridad y la solidaridad se expresaron en ese 1960 con la creación de miles de viviendas para los trabajadores de ese entonces. El IMSS era el dueño y los trabajadores las rentaban.
El esquema duró hasta 2001, cuando dejó de administrar la unidad. A pesar de algunas deficiencias de mantenimiento, el lugar amerita una visita, para conocer su arquitectura funcionalista, sus callejuelas con nombres que preservan la mexicanidad, su gran explanada y sus animales y juegos infantiles de concreto. Ante lo enorme y ambicioso de ese proyecto, hoy en día, la seguridad social es solamente sinónimo de atención a enfermedades.
Bas relief de Cantú en la Unidad Habitacional Independencia. |
¿Qué ha cambiado? Para saberlo y entender estos tiempos, vale la pena retomar para el análisis cuál fue la intención solidaria y social del IMSS y cómo fortalecer esa vocación dentro y fuera del instituto. El lema del IMSS nos ayuda a entender esto: seguridad y solidaridad social. Ese lema vive aún, aunque de manera discreta y es por pocos conocido. La leyenda negra (justificada o no) de la eterna espera y la falta de financiamiento para el abasto de medicinas, la creación de un sistema paralelo de seguridad social y la proliferación de aseguradoras privadas ha debilitado la reputación del IMSS para definirla como una institución lenta. Hay quienes van más allá y la ven como innecesaria. Yo discrepo. Es una institución tremendamente importante y necesaria.
La seguridad social anteriormente era una expresión de una fórmula sencilla: mi gobierno me representa, yo pago por mantener a mi gobierno, el fruto de mi trabajo hace progresar a mi país y mantiene a mi gobierno. A cambio yo debo de obtener condiciones amables para poder seguir trabajando. Estas condiciones incluyen salud, vivienda y un retiro suficiente para poder vivir un retiro de creación, contemplación y cuidado de mi familia extendida.
Esta fórmula necesitaba de la existencia de una clase social claramente definida: la clase trabajadora. Obreros, trabajadores de fábricas y operarios de maquinaria, entre varios. Organizados en sindicatos, podían presionar y pedir al gobierno esas condiciones arriba descritas. Todo esto suena a un sistema antiguo político y social que como ejemplifica la Unidad Habitacional Independencia, fue cambiado por algo que prometía ser mejor. ¿Cambiaron las cosas para bien? Quienes se hayan pensionado con la ley anterior a 1997 podrán contarles esto con mayor certeza pero me adelantaré a decir que lo prometido jamás llegó.
Epopeya del pueblo mexicano |
Con la clase trabajadora desagrupada en sindicatos cada vez más débil y sumergida en las nuevas maneras de trabajar, comenzó a hacerse difícil imaginar que la seguridad social pudiera incluir la vivienda. El gran endeudamiento de la década perdida en México sembró un campo fértil para decir “nunca jamás un gobierno gordo y torpe que juegue a la ruleta con nuestros impuestos”. Poco tiempo antes, las estructuras de protección social en México comenzaron, amén de la eficiencia, a fragmentarse y a ser dotadas cada una de una misión separada. INFONAVIT para la vivienda en los 70’s, las AFOREs al término de los 90’s para las pensiones y el Seguro Popular a inicios de los 2000’s.
Esta fragmentación se basa en transferir al trabajador individual las decisiones que puede tomar: cuánto ahorrar para su vejez, escoger la mejor afore, decidir cuánto endeudarse para comprar su casa y elegir el trabajo que mejor le convenga, aunque no tenga seguridad social. Es el paradigma del individuo. Más y más, estas grandes decisiones de vida pierden relevancia en la vida del trabajador, excepto la de la adquisición de vivienda. El enorme peso simbólico y la seguridad que representa adquirir una casa para una familia mexicana ha dotado al INFONAVIT de cierto peso en la conciencia popular. No así con las enfermedades, que entre farmacias que ofrecen consultas gratis y medicamentos relativamente baratos, la gente se aleja del IMSS por las razones anteriormente expuestas y solo acude al Seguro Popular en la desesperación de la falta de cobertura o ante la inminente enfermedad.
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Plaza de la Solidaridad en la Ciudad de México |
Viviendo en ciudades en crecimiento explosivo o de tamaño monumental y con jornadas laborales que se extienden indefinidamente, pensar en aportar al ahorro para el retiro, gestionarlo activamente y ahorrar cuando hay riesgos de perder, ahorrar es más una molestia de la vida moderna que una posibilidad “emocionante” de escoger lo mejor que hay para uno mismo, evaluar opciones, comparar, hacer una decisión individual. La verdad, es que ante las tensiones que implica trabajar, la mayoría de las personas preferimos el alivio más inmediato al cansancio, el esparcimiento con amigos y familia, la distracción cinéfila o musical. Quienes crearon el IMSS no tenían presente ese panorama pero partieron de un paradigma de solidaridad social básico.
Sin embargo y por razones diferentes, tal vez valga la pena recuperar el espíritu de la Unidad Habitacional Independencia, tan innovadora en su tiempo que recibió visitas de Charles de Gaulle, John F. Kennedy y Josip Broz Tito, que elogiaron la nobleza del proyecto. Ese espíritu debe de transformarse. Los hijos e hijas de la patria están cansados y demasiado ocupados para “escoger”. Por ello, es necesario que todos cuidemos de todos y por ello es urgente revivir la amalgama entre la madre patria, sus hijos e hijas y la seguridad social. ¡Urge vivienda, salud y solidaridad pública para las grandes mayorías de nuestras ciudades! Solo así podremos vivir bien. Un paseo por la plaza cívica de este barrio de la Ciudad de México demuestra que los vecinos que aún se reúnen ahí, son muestra de que la solidaridad puede perdurar décadas.