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El Soberno: La reforma electoral popular

Las reformas a las leyes casi siempre van un paso detrás de la realidad que buscan normar. Sin embargo, cuando las leyes se quedan atrás demasiado tiempo, pueden persistir injusticias, sinsentidos y una visión reaccionaria de la sociedad. Un orden de cosas es un orden de beneficios y de grupos.

Por eso, quien busca preservar el mismo orden demasiado tiempo en contra de las demandas sociales, intenta defender su beneficio a costa de los demás. Las sociedades no son estáticas y eso lo entienden hasta los conservadores. Solo que su respuesta es retrasar o frenar las transformaciones, al menos hasta que se vuelven inevitables.

Durante el período neoliberal, después de cada elección se hacía una reforma para tapar los huecos que habían hecho posibles las trampas de siempre. Era una manera de apaciguar a la oposición, sumergiéndola en un proceso largo y bizantino. También era una forma de mostrar a la opinión pública que “algo se estaba haciendo” para que nuestra decrépita democracia fuera menos corrupta. Nunca se discutía con la gente qué tipo de democracia o para quiénes, aunque fuera obvio que lo que más interesaba era organizar elecciones y que todo esto servía para “la macroeconomía y la inversión”.

Las tarjetas Monex, la prohibición a los partidos políticos de contratar propaganda en radio y televisión, las reglas de fiscalización… Decenas de cambios hechos para simular que se hacía algo en contra de la corrupción no evitaron que llegara el telepresidente, no evitaron nunca la compra del voto ni el fraude de 2006. Esas reformas fueron sombreros y plumas para decorar las cabezas de los teóricos de la democracia light y descafeinada. Todo estaba bien, mientras los cambios no cambiaran nada.

Esas reglas cosméticas terminaron siendo irrelevantes en 2018, cuando se descubrió que la única manera de romper las cadenas de la democracia light y corrupta es desbordar las urnas con participación, para obtener un triunfo contundente. En 2021, se descubrió también que esas reglas son armas al servicio de los burócratas del INE para que impriman sus creencias personales, riñas y vendettas en procesos administrativos en contra de los políticos que les desagradan. Los consejeros son humanos, demasiado humanos. Lástima, porque nos los habían vendido como seres divinos, polímatas que gozaban del dote de la infalibilidad.

Ahora, hace falta una reforma más. Determinar su contenido es fácil. Vivimos en una realidad en donde la gente ha expresado lo que quiere que cambie en nuestro sistema burocrático electoral. Algunas cosas están bastante claras. Lo demás, será trabajo del legislador.

Se deben reformar los sueldos de los burócratas de alto nivel del INE. Dichos sueldos no se justifican en un país tan desigual, dañan al INE porque causan repudio entre la población y son anticonstitucionales. Su defensa demuestra que el INE Se debe cambiar el papel de los consejeros y la duración del consejero presidente. El INE no debe hacer contrapesos a otros poderes, simplemente porque no es un poder. En cambio, el INE debe tener contrapesos internos para evitar su captura por consejeros partisanos y militantes, que han infiltrado su estructura administrativa y ejercen un control invisible e ideológico sobre las elecciones. Lorenzo Córdova no es un nihilista ni un extraviado. Es un soldado creyente de la defensa de la “democracia” por encima de la gente. En 2011, Córdova escribió

Los partidos son aparatos de control de clientelas políticas encabezados por grupos dirigentes que, de manera más o menos democrática, deciden a partir de criterios de oportunidad, de modo pragmático, convenenciero y, las más de las veces, cortoplacista.”

Para Córdova, los partidos mexicanos no funcionan, son defectuosos y se sirven de explotadores profesionales para manipular a la gente. Para él, es imposible creer que “el Pueblo” le pida que se baje el sueldo. Córdova simplemente cree que el pueblo mexicano está tan atrasado que no es capaz de mirar más allá de la corrupción que el INE permitió e instaló. Por eso no puede aceptar que exista Morena. Para él, un partido popular y que tenga amplio apoyo de manera libre por parte del Pueblo es imposible.

Esta visión paternalista y clasista es el germen del control absoluto ejercido por el PRI y sus aliados durante el período neoliberal. Córdova no defiende un sistema que funcione para la gente (de hecho, él nunca habla de la gente o del “votante”), defiende una parte del procedimiento de un sistema, del cual él se siente parte fundamental. Córdova se defiende porque cree que él ha sido al autor y defensor del orden anterior. Y tiene razón. Es por eso por lo que tanta gente llama a que se haga a un lado y acepte que el orden que creó se está transformando.

Por eso se debe reformar la sobrerregulada democracia mexicana. El INE existe en su encarnación actual porque es producto de un Pueblo desconfiado, de tres partidos mayoritarios rancios que se aliaron para defender un mismo régimen y de constantes parches para tapar los huecos que iban dejando. Es hora de desmantelar la trinchera de poder anidada en el INE y de aceptar todas las fallas, distorsiones y corrupción que emanó desde ahí.

Los delirios del partido único son los miedos de hombres y mujeres cuya alternativa al control total del PRI siempre fue la obsesión administrativa, el burocratismo y la desconfianza al Pueblo. Ahora que no hay máscaras, queda claro que la tarea de defender el régimen anterior es del PAN y sus aliados conservadores. Los funcionarios del INE no pueden ni deben aliarse con los partidos para defender el régimen anterior, ese no es y nunca fue su papel.

Debería haber una reforma que les impida infiltrar su visión política en los procedimientos de las elecciones y que les impida sostenerse en su cargo cuando una y otra vez, como Ciro Murayama, se dedican a hacer proselitismo en contra de un partido, funcionario o candidato. También, como lo hace Lorenzo Córdova, cuando asistan constantemente a foros de discusión donde comparten tribuna con aliados, financiadores o pensadores del bloque PAN-PRI-PRD para expresar sus puntos de vista personales.

Es hora de la reforma electoral popular. Esta reforma no la determinan los partidos y mucho menos los consejeros. La determina el pueblo, que ha tenido suficiente de la insufrible cantaleta de que el INE es lo único que nos salvará de la dictadura. Con sueldos así y consejeros soberbios, más vale que el INE se salve a sí mismo, si es que todavía hay tiempo. Si no, con o sin reforma, ya nadie le creerá.

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