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El gigante errático

Estados Unidos juega ahora mismo un papel protagónico muy indeseable para todo el mundo. En sus entrañas, el banco Silicon Valley Bank, dedicado a servir al sector tecnológico, quebró recientemente. Esto pone en riesgo la herramienta más importante de combate a la inflación de la Reserva Federal estadounidense. La Fed (por su apócope en inglés) tendrá que decidir en cuestión de días si sigue intentando “enfriar” la escalada de precios a través de alzas en la tasa de interés o si decide dejar de hacerlo para estimular la economía, que podría resentirse por esta quiebra. Dicha quiebra es un efecto concreto de la burbuja especulativa que se creó usando el dinero barato con el que la propia Fed inundó los mercados para responder a la pandemia del covid-19 y que venía inyectando en la economía desde 2014.

La economía iba lenta por la pandemia, así que Estados Unidos imprimió dinero a diestra y siniestra para “financiar el crecimiento”. Ese dinero se usó para crear compañías tecnológicas insostenibles o para fomentar iniciativas de negocios frívolas y estúpidas que ya resultaron en miles de despidos, como el esquizofrénico “Metaverso” de Facebook. En medio de este clima, también se hicieron adquisiciones de compañías tecnológicas con graves problemas financieros, como la compra hostil de Twitter por parte de Elon Musk.

Después, y con un inicio discreto, un frente de compañías multinacionales bien establecidas con Microsoft a la cabeza realiza esfuerzos coordinados para crear una fuerte expectativa y demanda de servicios informáticos generados por un modelo de inteligencia artificial entrenado con contenidos formados colectivamente por usuarios de Internet, pero que cobrará a cada usuario por cada vez que sea utilizada. Los efectos de este cambio en la productividad y, por ende, los despidos que ello vaya a causar son inciertos todavía.

Como telón de fondo, Estados Unidos desintegra Ucrania regalando armas a legiones extranjeras y nacionalistas ucranianos, que generará un odio antirruso que servirá por décadas para justificar todo tipo de iniciativas. Por ejemplo, este conflicto ha servido como pretexto para reorientar la demanda energética europea lejos del gas natural ruso y hacia el gas licuado estadounidense, así como para destruir la infraestructura energética europea —en específico el gasoducto Nordstream que Biden amenazó con hacer volar y que se cumplió cabalmente—. También ha causado un rearme europeo sin precedentes, con las inversiones que eso conlleva para la industria militar europea y estadounidense.

En su zona de influencia continental, legisladores estadounidenses preparan el entramado legal necesario para realizar ataques “quirúrgicos” a grupos de la violencia organizada en México. Estos grupos, que usan primordialmente armamento estadounidense, serían el pretexto para incursiones ilegales en territorio mexicano de agencias de inteligencia o cuerpos militares. Estas incursiones, cotidianas en todo el mundo contra países subordinados o incluso contra aliados —como Pakistán—, siempre se realizan sin miramientos a los efectos negativos que tiene la política de asesinatos ilegales que Estados Unidos lleva a cabo desde fines de la Segunda Guerra Mundial.

Todos estos acontecimientos, atemperados por la presidencia de un demócrata moderado, pasan sin resistencia significativa de la mayor parte del mundo. El Presidente de México, que ha declarado públicamente en varias ocasiones su repudio al intervencionismo estadounidense debe manejar adecuadamente las tensiones que todas estas circunstancias le traen. Los nefastos efectos de tener un vecino tan agresivo como Estados Unidos seguramente traerán complicaciones adicionales a las que ya implican las elecciones del 2024. La visita del 20 al 24 de marzo de Lorenzo Córdova a instituciones como el National Endowment for Democracy, el Centro Wilson y su encuentro con el secretario general de la OEA, Luis Almagro, son señales claras de que se prepara una respuesta coordinada entre la oposición empresarial, política y académica al Obradorismo en 2024. Será necesario que todo el frente obradorista demuestre una gran habilidad para mantener estable el esfuerzo de la política social y popular de la Cuarta Transformación y prepararse para eventos inesperados. La pandemia fue una amarga lección para las expectativas generadas por el fuerte inicio de la presidencia de López Obrador, la inesperada derrota parcial en las elecciones de la Ciudad de México, otra lección. La transformación de la economía mexicana, una enorme tarea que se tiene por delante, deberá tomar en cuenta la vecindad de un gigante errático y agresivo como Estados Unidos. La otra tarea es mantener este esfuerzo incólume ante presiones que vendrán de dentro y fuera de nuestro país.



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Antes de que Azuela decidiera cambiar su estilo a uno más surreal y psicológico, escribía un poco como Hemingway. Aunque él lo antecede, Hemingway tenía un objeto del deseo más noble y náutico que la revolución mexicana - el mar cubano. Azuela supo lidiar con lo que tenía enfrente en 1915 con un lenguaje directo y seco. No por ello es plano. Narrar como cae al suelo un federal al que habían "acostumbrado a no comer" es una estampa que brilla por su simpleza pero que también es dura y corroe. La conciencia de la violencia en medio de mezquites y nopales emerge de este libro. No se disculpa por existir. La revolución no civilizó a México, solamente desplegó fuerzas humanas y montaraces contra los intentos de modernizar el país a punta de esclavitud. Las 'limpiadas' que hacían al llegar a los pueblos los personajes de Azuela al principio son nobles pero culminan en una banda de pistoleros que cepillan el poco maíz de un campesino solamente porque pueden. Nadie gana

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