¿Qué pasó el 2 de octubre de 1968?
Un viejo paranoico con delirio de persecución pensaba que el comunismo internacional le quería arrebatar sus preciados juegos olímpicos. Un secretario de gobernación giró esta orden o aquella. O los dos.O ninguno. Murió mucha gente, pero no sabemos cuánta.
¿Cómo podemos tener certeza de qué sucedió en la Matanza del 2 de octubre? En la La Plaza de las Tres Culturas, 10 días antes de la inauguración de los juegos olímpicos, el gobierno mexicano ordena al ejército matar a centenas de estudiantes que protestaban, demandando más libertades al régimen autoritario instalado en México. Es lo único que sabemos con absoluta certeza.
¿Para qué confrontarse con la memoria, si tenemos el poder?
Desafortunadamente, la memoria histórica dentro de México ha sido tímidamente apuntalada por un sólo esfuerzo oficial para dar castigo a los culpables: la acusación (que no prosperó) de genocidio contra Luis Echeverría. La comisión instalada para investigar los movimientos sociales del pasado ya está muerta y enterrada.
Cada año que pasa, la memoria de la Matanza de Tlatelolco se vuelve un poco más borrosa al fallecer las personas que estuvieron directamente involucradas en las protestas. La ausencia de castigo y la falta de reconocimiento oficial son los elementos que más manchan la memoria que debemos de conservar. Es tan pobre el rescate oficial de la memoria que hay incluso un poco más de luz en documentos estadounidenses, en donde los espías que habían conseguido conectarse con funcionarios mexicanos tuvieron que aceptar, a regañadientes, que el movimiento estudiantil 'no estaba controlado por los comunistas'. Los pocos rayos de luz que tenemos al respecto no están ni consagrados en un museo o en un recipiente de la memoria. Todo lo que tenemos, es el comité 68 y a nosotros mismos.
El nuevo PRI jamás haría una cosa así (porque ellos matan de otra manera)
El Partido Revolucionario Institucional, ejecutor de la masacre y de nuevo encumbrado en el poder, tiene un interés nulo en reconocer los excesos asesinos de sus predecesores. Dentro del ala del 'nuevo' PRI, no puede haber interés por vincular al partido con su historia represiva y asesina, aunque sea para decir "ya no somos así". En el ala 'vieja' del PRI y del nacionalismo revolucionario, hay incluso quienes reivindican los acontecimientos como algo necesario, como si matar personas fuera una especie de deber patrio para que no se saliera de control el país.
La violencia y el asesinato están inscritos en la doctrina de las instituciones gubernamentales mexicanas desde su creación. La resolución de diferencias de opinión, protestas y demandas populares se topa invariablemente con la indiferencia o con la macana. Las formas de ejercer la violencia han cambiado - lo que no ha cambiado es la poca sofisticación de nuestros gobernantes, que viven con el dedo en el gatillo (Puebla, Oaxaca, Guerrero, D.F.), que son maniáticos del control y cuya nula legitimidad hace que, para no tambalearse, usen la fuerza de manera ilegal y discrecional.
Viva el ejército, orgullo de México
No todo el peso está en el régimen priísta. ¿Qué hay del ejército? Nuestro ejército, para bien o para mal, es diferente al resto de las fuerzas armadas de América Latina. Ha vivido subordinado al poder por completo, sin tratar de dar un golpe de estado o trastocar fundamentalmente la organización social del momento en el que vive. Siendo una especie de instrumento inerte y una institución que rara vez deja que la sociedad participe de sus temores y recelos (a recibir directrices EE.UU.), de sus preocupaciones y de sus fobias, el ejército mexicano es un tótem para que políticos lo usen a su gusto, y eso lo hace una bestia peligrosa. Esto no lo hace más peligroso que otros ejércitos genocidas, como el de Argentina o el de Chile, pero tampoco lo hace una animal menos difícil de domar. ¿Podemos imaginar a un grupo de soldados negándose a ejecutar a una veintena de jóvenes en una bodega del estado de México porque su conciencia no los deja hacerlo? No lo creo...
Nada sabemos de cómo procesó el ejército para sus adentros el movimiento estudiantil de 1968, más allá del Batallón Olimpia. Sus generales no han sido llamados para comparecer, no han hablado públicamente y no tenemos acceso a grabaciones y reportes que fueron hechos el 2 de octubre. Esa memoria que está presa debe de ser liberada, el ejército debe de ser reprendido como institución por haber asesinado a civiles (a quienes debe obediencia absoluta) y en la doctrina militar mexicana debe de estar inscrito el 2 de octubre de 1968 como un acontecimiento que es indigno de aquellos que dicen querer 'defender a la patria'. No se defiende a la patria matando a quienes viven en ella.
Porque somos estudiantes: ¡Sí señor!
Más allá de rememorar el 2 de octubre, aquellos estudiantes que sientan el eco de una matanza injusta de sus pares en el pasado deben de tener en mente que, aparte de una fecha histórica imborrable, el 2 de octubre nos grita desde entonces con una voz clarísima: aunque todos me olviden, lo que pasó también te puede pasar a ti. En el estado de asedio que vivimos, donde el gobierno es enemigo de sus gobernados, no podemos sino mantener la memoria como una defensa de la vida misma. El derecho de recordar es también el derecho de vivir, aunque a los estudiantes del 68 se les haya arrancado el derecho de vivir a fuerza de un ultraje con balas y tanques.
¡2 de octubre, no se olvida!
Un viejo paranoico con delirio de persecución pensaba que el comunismo internacional le quería arrebatar sus preciados juegos olímpicos. Un secretario de gobernación giró esta orden o aquella. O los dos.
¿Cómo podemos tener certeza de qué sucedió en la Matanza del 2 de octubre? En la La Plaza de las Tres Culturas, 10 días antes de la inauguración de los juegos olímpicos, el gobierno mexicano ordena al ejército matar a centenas de estudiantes que protestaban, demandando más libertades al régimen autoritario instalado en México. Es lo único que sabemos con absoluta certeza.
¿Para qué confrontarse con la memoria, si tenemos el poder?
Desafortunadamente, la memoria histórica dentro de México ha sido tímidamente apuntalada por un sólo esfuerzo oficial para dar castigo a los culpables: la acusación (que no prosperó) de genocidio contra Luis Echeverría. La comisión instalada para investigar los movimientos sociales del pasado ya está muerta y enterrada.
The National Security Archive - Universidad George Washington |
El nuevo PRI jamás haría una cosa así (porque ellos matan de otra manera)
El Partido Revolucionario Institucional, ejecutor de la masacre y de nuevo encumbrado en el poder, tiene un interés nulo en reconocer los excesos asesinos de sus predecesores. Dentro del ala del 'nuevo' PRI, no puede haber interés por vincular al partido con su historia represiva y asesina, aunque sea para decir "ya no somos así". En el ala 'vieja' del PRI y del nacionalismo revolucionario, hay incluso quienes reivindican los acontecimientos como algo necesario, como si matar personas fuera una especie de deber patrio para que no se saliera de control el país.
Revista Proceso 1405, 5 de octubre de 2003 |
Viva el ejército, orgullo de México
No todo el peso está en el régimen priísta. ¿Qué hay del ejército? Nuestro ejército, para bien o para mal, es diferente al resto de las fuerzas armadas de América Latina. Ha vivido subordinado al poder por completo, sin tratar de dar un golpe de estado o trastocar fundamentalmente la organización social del momento en el que vive. Siendo una especie de instrumento inerte y una institución que rara vez deja que la sociedad participe de sus temores y recelos (a recibir directrices EE.UU.), de sus preocupaciones y de sus fobias, el ejército mexicano es un tótem para que políticos lo usen a su gusto, y eso lo hace una bestia peligrosa. Esto no lo hace más peligroso que otros ejércitos genocidas, como el de Argentina o el de Chile, pero tampoco lo hace una animal menos difícil de domar. ¿Podemos imaginar a un grupo de soldados negándose a ejecutar a una veintena de jóvenes en una bodega del estado de México porque su conciencia no los deja hacerlo? No lo creo...
Nada sabemos de cómo procesó el ejército para sus adentros el movimiento estudiantil de 1968, más allá del Batallón Olimpia. Sus generales no han sido llamados para comparecer, no han hablado públicamente y no tenemos acceso a grabaciones y reportes que fueron hechos el 2 de octubre. Esa memoria que está presa debe de ser liberada, el ejército debe de ser reprendido como institución por haber asesinado a civiles (a quienes debe obediencia absoluta) y en la doctrina militar mexicana debe de estar inscrito el 2 de octubre de 1968 como un acontecimiento que es indigno de aquellos que dicen querer 'defender a la patria'. No se defiende a la patria matando a quienes viven en ella.
Porque somos estudiantes: ¡Sí señor!
Más allá de rememorar el 2 de octubre, aquellos estudiantes que sientan el eco de una matanza injusta de sus pares en el pasado deben de tener en mente que, aparte de una fecha histórica imborrable, el 2 de octubre nos grita desde entonces con una voz clarísima: aunque todos me olviden, lo que pasó también te puede pasar a ti. En el estado de asedio que vivimos, donde el gobierno es enemigo de sus gobernados, no podemos sino mantener la memoria como una defensa de la vida misma. El derecho de recordar es también el derecho de vivir, aunque a los estudiantes del 68 se les haya arrancado el derecho de vivir a fuerza de un ultraje con balas y tanques.
¡2 de octubre, no se olvida!