Las detenciones arbitrarias son parte del pasado autoritario de México. Hacer uso de ellas no solo es ilegal, es inmoral. Mi repudio absoluto a la represión policial en Jalisco y en cualquier estado de México que suceda.
El pueblo de Jalisco, la Universidad de Guadalajara, medios de comunicación independientes, periodistas y líderes políticos de distintos partidos han expresado su gran preocupación por las detenciones arbitrarias y con violencia que han quedado registradas en vídeo y publicaciones de redes sociales el pasado 5 de julio de 2020. Decenas de jóvenes fueron detenidos y su paradero es incierto. De comprobarse la participación de agentes del Estado en dichas detenciones arbitrarias y de no conocerse el paradero de los detenidos dentro del término que dicta la ley, podría configurarse una desaparición forzada.
Estos hechos se dan en medio de un ambiente de enojo social, crispación y justa indignación por el asesinato del joven Giovanni López a manos de policías municipales de Ixtlahuacán de los Membrillos. Esta dolorosa pérdida humana está rodeada de indicios que apuntan a una posible ejecución extrajudicial y un abuso policíaco. La gravedad de ello debe de convocar a las autoridades de todos los niveles de gobierno a investigar para castigar a responsables materiales e intelectuales del hecho en todos los eslabones de la cadena de mando.
El desescalamiento del conflicto debe venir de parte de todos los cuerpos policíacos de Jalisco y de las autoridades electas, quienes detentan el control democrático indispensable sobre cualquier uso de la fuerza. Ese control no debe de perderse jamás. La custodia del orden público no debe derivar bajo ninguna circunstancia en un uso desproporcionado de la fuerza. La población civil jamás debe de estar temerosa de la relativa indefensión en la que se encuentra ante policía o gobierno, ya que éstos deben respetar la Constitución siempre y jamás usar las armas para agredir al propio pueblo. Si ese equilibrio se rompe, se daña irremediablemente el pacto social.
Los elementos rectores de cualquier uso de fuerza deben de privilegiar siempre la persuasión y solo después el uso moderado de cualquier implemento policial. El uso de armas improvisadas o no registradas, como piedras, palos o garrotes, nos remite al pasado autoritario de México y a cuerpos irregulares paramilitares que agredieron al pueblo mexicano durante el proceso histórico conocido como "La Guerra Sucia". El uso de dichas tácticas paramilitares no tiene cabida en un México democrático y popular en transformación.
El que comete un exceso, ebrio de vino, tiene el recurso de disculparse con el vino; pero quien lo comete ebrio de cólera, no tiene más recurso que la humillación.
Ignacio Altamirano
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