Hace una semana el gobierno mexicano anunció la posibilidad de otorgar asilo al activista Julián Assange, tras la negativa de extraditarlo a Estados Unidos por parte del Reino Unido.
De esta manera, México sigue cumpliendo a cabalidad la famosa doctrina Estrada y a la larga lista de personajes que han recibido asilo político desde mediados del siglo pasado -como Evo Morales León Trotski y José Martí- podría sumarse la llegada de Assange.
Para muchos analistas esta acción significa una confrontación con el gobierno estadounidense que está buscando extraditar a Assange para procesarlo por 17 delitos al amparo de su ley de espionaje y uno por la ley de fraude y abuso informático.
En su momento, el presidente electo, Joe Biden, llamó a Assange un "terrorista de alta tecnología" en 2010 y remarcó que no debería recibir protección para periodistas porque alentó a divulgar información.
Sumemos a esto el asunto del reconocimiento de los resultados de las elecciones estadounidenses por parte del gobierno mexicano hasta que fuera oficial. Para la oposición, parecería ser que una vez más las acciones en materia diplomática van mal encaminadas y pueden ocasionar “terribles” consecuencias en la relación bilateral.
Sin embargo, una política exterior consecuente con los valores de la Cuarta Transformación defiende el valor cívico de llevar una buena relación con el pueblo de Estados Unidos, pero a la vez, dar asilo a quien se ha desempeñado a favor de la libertad de los pueblos y en contra de la opresión estadounidense. Con todos los documentos que se lograron recabar, hubo distintos medios y periodistas alrededor del mundo que pudieron ventilar y destapar distintos casos de corrupción, tráfico, violencia, abuso de poder y distintos malos manejos desde las altas esferas, que dañaban a la democracia y por ende al Pueblo.