La violencia en Jalisco se agudiza. Los elementos necesarios para tener el control de la seguridad están presentes: el gobernador tiene a alcaldes afines y tuvo manga ancha para designar al fiscal. A pesar de esto, la seguridad se deteriora y la violencia ha rebasado al Estado (con mayúscula) y a la sociedad. No hay una respuesta articulada y coherente al respecto de los asesinatos de menores, las desapariciones y al crimen del día a día que afecta el sur de Jalisco y la ZMG. Sin embargo, sí hay alternativas. Pero el divorcio del gobierno estatal con el federal sigue debilitando una de las pocas alternativas viables de convocar a la sociedad a participar en la pacificación: articularse con el presidente Obrador sin peleas. Tristemente, es cuestión de prioridades - sigue habiendo más interés en crear una oficina de impuestos separatista y hacer doble tributación que en articularse para mejorar la seguridad.
Antes de que Azuela decidiera cambiar su estilo a uno más surreal y psicológico, escribía un poco como Hemingway. Aunque él lo antecede, Hemingway tenía un objeto del deseo más noble y náutico que la revolución mexicana - el mar cubano. Azuela supo lidiar con lo que tenía enfrente en 1915 con un lenguaje directo y seco. No por ello es plano. Narrar como cae al suelo un federal al que habían "acostumbrado a no comer" es una estampa que brilla por su simpleza pero que también es dura y corroe. La conciencia de la violencia en medio de mezquites y nopales emerge de este libro. No se disculpa por existir. La revolución no civilizó a México, solamente desplegó fuerzas humanas y montaraces contra los intentos de modernizar el país a punta de esclavitud. Las 'limpiadas' que hacían al llegar a los pueblos los personajes de Azuela al principio son nobles pero culminan en una banda de pistoleros que cepillan el poco maíz de un campesino solamente porque pueden. Nadie gana ...