Una obra entregada a tiempo y sin sobrecostos es algo que no ocurre seguido en México. Mucho menos ocurre seguido en un megaproyecto de infraestructura como el AIFA, que demuestra que sin corrupción se pueden alcanzar grandes metas nacionales y aparte, hacerlo desde el poder público. Todo, sin recurrir a contratos y concesiones multimillonarias que se quedan en unas pocas manos. El nuevo aeropuerto también refuta los sueños de opio de la oposición, que anhelan un aeropuerto "de primer mundo" cuando se les olvida que el de Berlín-Brandemburgo tomó 14 años construirlo debido justamente a la mala planeación y corrupción. Con el AIFA inaugurado, salen volando el malinchismo y la nostalgia peñanietista de cuantos deseaban el fracaso del proyecto, esperemos que sea para nunca volver.
Antes de que Azuela decidiera cambiar su estilo a uno más surreal y psicológico, escribía un poco como Hemingway. Aunque él lo antecede, Hemingway tenía un objeto del deseo más noble y náutico que la revolución mexicana - el mar cubano. Azuela supo lidiar con lo que tenía enfrente en 1915 con un lenguaje directo y seco. No por ello es plano. Narrar como cae al suelo un federal al que habían "acostumbrado a no comer" es una estampa que brilla por su simpleza pero que también es dura y corroe. La conciencia de la violencia en medio de mezquites y nopales emerge de este libro. No se disculpa por existir. La revolución no civilizó a México, solamente desplegó fuerzas humanas y montaraces contra los intentos de modernizar el país a punta de esclavitud. Las 'limpiadas' que hacían al llegar a los pueblos los personajes de Azuela al principio son nobles pero culminan en una banda de pistoleros que cepillan el poco maíz de un campesino solamente porque pueden. Nadie gana ...