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La Progresía y Bernie Sanders

Es temporada de elecciones en EE.UU. y quienes gustan de opinar de política nos dan vista de un fenómeno: al acercarse las elecciones en algún país del mundo ‘interesante’ como España o Estados Unidos, se expresan opiniones de todo tipo respecto de los candidatos. Esto revela algunas preferencias ideológicas y lo que se admira o repudia de estos líderes y países. En resumen, junto con las posiciones políticas nacionales, es una buena clave para entender el pensamiento de una persona.

Ejemplo de ello es la candidatura de Bernie Sanders. Pongamos en claro algunas cosas básicas: desde la izquierda y derecha política se ha dicho que un gobierno como el de Trump no es deseable y sabemos que es un socio difícil que complica la relación para México. Por eso, expresar la antipatía ante Trump no es algo que nos diga mucho de la ideología de alguien. Sin embargo, tomar postura ante Trump alabando a Sanders es una toma de postura y si se me permite añadir, una que está de moda.

Joven usa playera de ‘me canso ganso’ durante mitin de Bernie Sanders

Sanders, que al cierre de esta columna parece haber ganado las primarias de Iowa, promete cosas que para el observador atento van a sonar muy familiares: un sistema de salud universal y facilitar el acceso de la educación para todos, especialmente para los más vulnerables, perdonando la deuda estudiantil que contraen miles de jóvenes. Por último, promete una democratización de la vida de los sindicatos. Si esto les suena, es gracias a ya saben quién.

En México, hay un sector de izquierda al que llamaremos ‘progresía’. Esta izquierda, muchas veces identitaria, suele retuitear, replicar y aplaudir estas propuestas siempre y cuando vengan de candidatos como Bernie Sanders o Pablo Iglesias. Esto no tiene nada de malo: yo mismo coincido con casi todas esas posturas. Sin embargo, el sello característico de este tipo de izquierda es que ese mismo privilegio no se le extiende jamás a las expresiones nacionales de la izquierda. Para usar una expresión un poco más antigua, se le tiene poca o nula paciencia a la izquierda nacional, que es producto del desarrollo de las condiciones subjetivas y objetivas de la historia mexicana. Desde la progresía se emiten grandes lamentos porque México no se parece más a esas sociedades y a sus políticos, aunque la tradición de izquierda nos dice claramente que “la humanidad no se plantea tareas que no puede resolver”. Tenemos con qué construir ese proyecto de país pero muchos deciden no hacerlo y aparte, llamarse de izquierda.

¿Cuál es la razón de la progresía de aplaudir en Bernie Sanders lo que no están dispuestos a conceder al bloque histórico que triunfó en 2018, es decir, el movimiento obradorista? El infantilismo de izquierda. Me quedo con la genial definición de Pepe Mujica del término: el infantilismo de izquierda es la confusión permanente de los deseos con la realidad. Siendo la política el arte de lo posible, del “pesimismo de la razón y del optimismo de la voluntad” y de optar entre inconvenientes, es fácil verlos como proyectos utópicos en otras partes: pueden agradar mucho porque no conocemos o no queremos aceptar los costos que implicaría intentar esa hazaña en México.

Nuestro país, para empezar, tiene una soberanía acotada por su vecindad con una superpotencia. La mitad de su población está en pobreza y tiene unas condiciones de una tremenda violencia que impiden recuperar el terreno perdido durante varios años de desintegración social. Pensar que la izquierda extranjera es más pura, genuina o verdadera que la nacional, cegándose a las complejidades de la realidad mexicana, es un infantilismo muy característico de los comentaristas de la progresía que solo pueden decir “así no” y que seguramente han determinado, desde su escritorio, que en México cualquier cambio es imposible. “¡Si tan sólo pudiéramos tener a un Bernie Sanders en México!”, se lamentan.

La conclusión más útil que podemos sacar de este análisis para quienes sí desean contribuir a una transformación de izquierda en México, es la siguiente: los que separan la lucha por los derechos de minorías e identidad de la cuestión social, por default están adoptando la postura liberal respectiva (Carlos Illades dixit). Quienes insisten en crear normas, sistemas, y un complejo entramado de derechos sin poner cuidado a toda la base de organización social y económica que hará posible el ejercicio de estos derechos, le dejan al libre mercado el cumplimiento de sus nebulosos deseos. El obradorismo hizo una gran alianza interclasista en 2018 justo porque sabía de los elementos necesarios para crear derechos y garantizarlos. ¿Esto ha sido complejo? Sí. ¿Tiene defectos? También. Pero mientras su tarea primordial sea cambiar la vida de la gente, en vez de solo publicar cosas en el Diario Oficial de la Federación, vamos por el camino correcto.

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