Esta es la primera entrega de una serie de columnas acerca de la economía política de la Cuarta Transformación.
Muchas personas han expresado el deseo de que después de la pandemia “el sistema cambie”. Este resurgimiento de la pulsión voluntarista obedece a que el Covid-19 ha sido el ejemplo más claro durante esta década de la desigualdad económica, la pobreza y el fallido modelo económico neoliberal. El mercado mostró su incapacidad para dirigir insumos médicos a donde más se necesitaban por sí solo. También se demostró el enorme fallo de la gestión neoliberal de la ciencia, con la privatización de la investigación y desarrollo y sus papers de acceso restringido vendidos por decenas de dólares a pesar de que fueron financiados con impuestos de todos. Estos ejemplos traen a debate de nuevo las críticas voluntaristas de siempre, pero que están vacías de proyecto y de pasos concretos para caminar hacia adelante.
Si bien en las contradicciones del sistema económico están las claves para superarlo, esto jamás ocurrirá en automático. En las críticas de la progresía persisten varios artículos de fe y afinidad por el automatismo deus ex machina. Estas mistificaciones van desde las creencias anti-humanas y malthusianas del ecologismo a ultranza hasta el infantilismo de izquierdas. El rechazo, una y otra vez, a las condiciones objetivas del país demuestra que esta crítica al sistema se contenta con ser válida a nivel abstracto y con ser apolítica o antipolítica. Hay un gusto en perder de vista el terreno concreto.
Ilustración: Ajubel en elmundo.es |
La repolitización de las demandas sociales es característica del cambio de régimen que estamos viviendo. Hay pruebas de ello por doquier: el aumento al salario mínimo, el requisito de inscribir al IMSS a trabajadoras del hogar y las becas a estudiantes. Estos pasos tomados antes de la pandemia se llevaron a cabo partiendo de un diagnóstico claro de las condiciones objetivas del país. El resurgimiento de México como un país respetable en el concierto de las naciones tiene como condición el resurgimiento de su Pueblo. Si la mitad de su Pueblo vive en pobreza, dicho resurgimiento quedará trunco o jamás se llevará a cabo.
La vasta mayoría de las críticas cientificistas (usando un símil con los científicos del porfiriato) que llegan desde cierta izquierda a estas acciones de gobierno, pasan por el dogma de la Nueva Gestión Pública (NGP). Especialmente aquellas que acusan falsamente a México de ser una ‘vergüenza internacional’ cuando incluso el portal financierista oligárquico Bloomberg reconoce la capacidad de negociación mexicana ante la presión internacional. Hoy en día pululan zedillistas vestidos de izquierda en los círculos de consultores, columnistas y miembros de think tanks. Entre ellos se cuentan numerosos adalides de la neutralidad y objetividad. Identificarlos como tal es de suma importancia, ya que darles interlocución es dialogar con un cadáver exquisito de justificaciones del pasado. Hacer esto es una franca pérdida de tiempo.
Por eso para seguir hacia adelante desde el Proyecto Alternativo de Nación debemos de procesar y politizar al máximo el campo que abre el Presidente al agrupar estas acciones de gobierno redistribuidoras bajo el concepto de la ‘Economía moral’.
¿Qué es la Economía moral? Es la manera de organizar la economía política alrededor de principios éticos sólidos, netamente mexicanos y predominantemente utilitarios (beneficiar siempre a la mayor cantidad de personas). El Presidente ya dio algunas claves en un libro y en su reciente pronunciamiento, pero para ampliar el concepto, militantes y simpatizantes debemos llevarlo a su consecución lógica. Este ejercicio deberá servir para responder la pregunta de cómo revertir y transformar “el sistema” en su expresión mexicana, ahora que esta pandemia ha acentuado sus contradicciones.
Después de nuestro primer postulado, el siguiente paso dialéctico es una abdicación: debemos impulsar el abandono del enfoque ‘incremental’ y de lenta ‘mejora’ (léase ‘optimización’) de la NGP. Hay que liberar a la burocracia estatal de ese atavismo noventero que la esclaviza. Esta esclavitud redunda en múltiples y fútiles microintervenciones sociales y económicas, que son la máxima expresión del paternalismo libertario del nudge. Nacidas en el Reino Unido y retomadas por el tory David Cameron que llevó a los ingleses al abismo del Brexit, estas microintervenciones se mezclan a placer con llamados a “pensar globalmente y actuar localmente”, eslogan que nos llevó a la tremenda fragilidad e interdependencia globalizada que ahora padecemos.
¿Qué significa liberarse de esa cultura de evaluar al gobierno como si fuera una empresa desde hojas de cálculo y con metodologías de la administración de empresas? Es un paso que tiene que ver con una renovada ambición política transformadora y la necesaria primacía de la política sobre la economía. Es un tema a tratar en amplitud porque la economía mexicana está estrechamente vinculada con la estadounidense y la mundial. Eso será tema de la siguiente entrega.