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El Soberano: Odebrecht en Núremberg

Yo solo seguía órdenes, yo solo fui un engrane en una máquina más grande que yo. Yo vengo de afuera, del mundo de los negocios. Mi esposa y yo construimos nuestro propio camino, desde fuera de México. No puede decirse que me obligaran a hacer algo, yo soy un hombre culto e inteligente. Aunque todo empezó en Davos, yo tengo el crédito por traer esas ideas, nuevos esquemas y paradigmas a México. Había que mantener a México en movimiento y eso fue lo que hice. Nada más, ni nada menos. Esto no es culpa ni responsabilidad, sino un hecho incontrovertible.

Soy víctima del resentimiento social. Ojalá algún día todos vivamos en un país en donde comer en un buen restaurante sea un hecho admirado. Pero ni la cárcel ni las acusaciones de la gente me van a quitar mi educación ni mi refinamiento. Esto no es culpa ni responsabilidad, sino un hecho incontrovertible.

A final de cuentas aprendí que entre criminales no hay honor. Afortunadamente, yo soy un caballero, si bien un caballero perseguido. Dije y diré lo que he sostenido desde un inicio: ellos fueron los que crearon y ejecutaron la estrategia. Ya lo dije: fue para atacar al presidente. Les juro que mi denuncia es sincera. Yo jamás diría algo para congraciarme con el poder político. Ya tuve suficiente, conocí lo traicionero que es. Jamás fui tratado así en la gran banca internacional o en los grandes foros de reflexión que encabecé. Esto no es culpa ni responsabilidad, sino un hecho incontrovertible.

Cuando se me instruyó aprobar los cambios para Mover a México a toda costa, me conduje con responsabilidad. La empresa que tanto se nombra pero que es una hiedra de cien cabezas, entró antes que yo siquiera estuviera como funcionario. Es más, la invitó un gobierno de la izquierda. Ya declaré esto y si no han caído más cabezas es porque los abogados y encargados no han hecho con lo que les dije algo sustancial. Esto no es ni culpa ni responsabilidad, sino un hecho incontrovertible.

La vida es para vivirse a la altura de la virtud que uno posee, y yo soy un hombre educado y de buena estirpe familiar, al igual que mi esposa. Si por eso quieren castigarme, no los culpo. A fin de cuentas, quise Mover a México para que todos pudieran vivir y comer así, ese es mi pecado. Pero el resentimiento persiste y quienes me ordenaron que actuara así son quienes han causado esta tormenta social que ahora no cesa. Pero eso ya no importa. A fin de cuentas, también entre 4 paredes se puede hacer la digestión. Si las paredes tienen un lindo papel tapiz o no me es indistinto. Soy joven y lo bailado ya nadie me lo quita. Esto también es un hecho incontrovertible.


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Reseña: El rey viejo de Fernando Benítez

Es un azar. Los que nos eran leales nos traicionaron, los que fueron traidores pueden salvarnos. no sabemos ya nada de nada. — Extraño país el nuestro. — Es un país corrompido hasta la médula de los huesos -suspiró. Enrique a Carranza, en medio de su huída. El sueño y desencanto de un burócrata con aspiraciones de intelectual perfila muy bien el momento de quiebre que tal vez pasaron los secretarios de este nuevo régimen. Ellos, al igual que Enrique, el burócrata de El rey viejo, fueron violentamente atravesados por la crudeza de la política mexicana cuando creyeron que podían acceder a las glorias del gobierno y hacer historia sin penurias o dificultades. "No hay un gran mexicano que no sea o haya sido un fugitivo". No me simpatiza la causa legalista de Carranza pero la corta novela ayuda a forjar una extraña empatía del orden ante el caos de los mexicanos que no se cansaban de guerrear entre ellos, cambiando de bando conforme la necesidad, la codicia y